sábado, 11 de diciembre de 2010

Jóvenes, guapos y rebeldes


En el apogeo del clasicismo fílmico, los héroes masculinos no son nunca juveniles. Pueden manifestar, al inicio de sus historias, un evidente complejo de Peter Pan – como sucede con Douglas Fairbanks o con Errol Flynn, saltimbanquis que aman la aventura en un paradisíaco contexto de optimismo juguetón -, pero sus historias siguen el patrón de la conquista de la autoridad y de la dama ideal, en una dramaturgia completamente adscrita a la moral adulta, a la ideología patriarcal establecida que siempre se puede hallar a las puertas del The End. La aventura cinematográfica no incluye, en todo el período clásico, al héroe juvenil. Puede incluir al niño, pero margina al joven, sobre el que prende la justificada sospecha del desorden autodestructivo. Solo la crisis del clasicismo, como correlato de la crisis del orden familiar que sacudirá la sociedad norteamericana después de la segunda guerra mundial, acabará permitiendo la eclosión de una tipología de héroe juvenil en toda regla, es decir, de héroe paradójico, opuesto a las consignas del orden establecido. El lugar genérico que permite desarrollar esta nueva tipología del héroe sin atributos patriarcales es, en primera instancia, el cine negro sobre outsiders enamorados que, con la historia real de Bonnye & Clye como inspirador telón de fondo, habían encontrado en el film de Fritz Lang “You Only live once” (1937) su primera gran evocación fílmica. Pero en la pionera obra de Lang la juventud no es todavía un valor: esos amantes fugitivos, víctimas de una sociedad a la que al fin y al cabo hubieran querido integrarse, no se expresan todavía en términos de alternativa juvenil.

Una década (y una guerra) después, Nicholas Ray puede ya potenciar ese factor encendidamente romántico en su celebrada opera prima, "They live by night" (1949), un film completamente lunar, de huída y muerte, que abre el camino hacia todo su cine trágico de protagonistas juveniles. El joven rebelde interpretado por John Derek resultaba ser el antagonista – abocado a la muerte – de un conflicto en el que las figuras paternales asumían un papel reformista y educador, de forma que, aún dando voz al hijo insatisfecho (y eso ya era revolucionario) estos filmes constituían sólo una evolución más o menos condescendiente en la escritura cinematográfica de lo patriarcal. La completa vuelta de tuerca vino dada por el propio Ray en "Rebelde sin causa" (1955), film en el que se consigue una perfecta inversión figurativa del modelo de masculinidad heroica que imperaba en Hollywood hasta aquel momento. Este clásico modelo del héroe cinematográfico venía definido por un movimiento conquistador, vectorial y verticalizante, que prolongaba, en clave cinematográfica, el arquetípico modelo del héroe libertador de todas las civilizaciones patriarcales. En este régimen diurno del imaginario, para definirlo según la clásica arquetipología de Gilbert Durand , el movimiento ascensional de la tierra al cielo suponía una conquista paralela de la espiritualidad y de la trascendencia por parte de un héroe dinámico y beligerante, con objetivos claros, que no se arredraba ante nada.




El juego de oposiciones que se opera en Rebelde sin causa en relación a estos patrones arquetípicos es absoluto, y quizás por ello el film pueda ser considerado un verdadero fundador de ese paradójico héroe juvenil que venimos buscando como opuesto al héroe clásico, es decir, como opuesto al Padre. Como indica su título original, en el filme de Ray no hay una causa por la que luchar, no hay enemigo nítido y extranjero contra el que alzar la espada o disparar la lanza. Sólo hay un movimiento de descomposición visual, un anhelo contra el orden del que el actor James Dean, llevando las consignas pos-stanislavskianas del Actors Studio hasta el extremo, extrae un verdadero canon figurativo: la expresión del dolor en un cuerpo siempre abatido doblado en el suelo, el enclaustramiento gestual de un cuerpo que no quiere identificarse con la luz solar, con la transparencia elevada del cielo en el que habita religiosamente la generación de sus padres. Los héroes de la película de Ray, - James Dean, Natalie Wood y Sal Mineo-, son pioneros en la conquista de un espacio cinematográfico de la juventud, una geografía de trágico aliento shakesperiano, que se alía con la noche (los jóvenes de Ray se citan en el planetario, rendidos a la contemplación nocturna de una bóveda estrellada donde suspenden sus sueños imposibles), para ver llegar la muerte al amanecer, en la figura del sacrificado Sal Mineo, espejo de la propia incertidumbre de la pareja sobreviviente.

(...)

En unos u otros casos, lo que estos filmes demuestran es que la contestación nunca puede saldarse con rebeldes que triunfan, pues ello supondría convertirse en padres. Un cine protagonizado por jóvenes que no quieren hablar el lenguaje de los padres no puede asumir nunca el final feliz. Y a juzgar por la muerte de Dean... la realidad se mimetizó con la ficción.

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Fragmento de "La muerte temprana. Un recorrido por jóvenes personajes trágicos".

Trabajo final para la asignatura Tendències del Cinema Contemporani, impartida por Iván Pintor en la UPF. Junio 2009.

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