Pasemos al mirador que hay en lo alto del Space Needle, desde donde no se ven las patas de acero y parece que planeas sobre Seattle en un platillo volante donde se venden un montón de recuerdos. La mayoría no son recuerdos del futuro. Son camisetas ecológicas y batiks y telas añadidas con pigmentos naturales que no se pueden lavar con otras prendas porque destiñen. Casetes de ballenas que cantan mientras hacen el amor. Otras cosas que destesto.
Brandy se va a buscar reliquias y artefactos del futuro. Acrílicos. Plexiglás. Aluminio. Polietileno. Radio.
Seth se acerca a la barandilla, se inclina sobre la red antisuicidios y escupe. El escupitajo cae al siglo XXI. El viento me agita el pelo en la oscuridad, y Seattle y mis manos se aferran con fuerza a la barandilla de acero, donde un millón de manos antes que las mías han estropeado la pintura.
Tal como va vestido, en un lugar de la masa muscular que antes me volvía loca, ahora la grasa hace que le suba la camisa por encima del cinturón. Es por el Premarin. Esa sombra suya de las cinco en punto, tan sexy, se desvanece por culpa del Progevera. Hasta se le hinchan los dedos alrededor del anillo.
El fotógrafo dice en mi cabeza:
Dame paz.
Flash.
Dame liberación.
Flash.
Seth tira de su cuerpo hinchado por la retención de líquidos para sentarse en la barandilla. Sus mocasines de borlas cuelgan por encima de las redes. Su corbata vuela directamente hacia la nada y la oscuridad.
- No tengo miedo - dice. Estira una pierna y deja que uno de los mocasines cuelgue de la punta de los dedos.
Yo me ciño con fuerza el velo alrededor del cuello para que la gente que no me conoce piense, como mis padres, que sigo siendo feliz.
Seth dice:
- La última vez que me asusté fue la noche en que me soprendiste cuando intentaba matarte.
Y contempla las luces de Seattle, sonriendo.
Yo también sonreiría, si tuviera labios.
En el futuro, con el viento, con la oscuridad del mirador que hay sobre el Space Needle, Brandy Alexander, la auténtica reina suprema, se nos acerca con recuerdos del futuro. Ha comprado postales. Brandy Alexander nos ofrece a Seth y a mí un taco de postales descoloridas, dobladas, manoseadas y despreciadas que han sobrevivido durante años en un expositor giratorio. Son fotos del futuro con cielos limpios y blancos al amanecer detrás del Space Needle. Del monorráil lleno de bebés sonrientes y enfundados en sus monos de mohair, con tres enormes botones forrados de tela delante. Niños con camisetas de rayas y tripulaciones de astronautas rubias que pasean por un Centro de la Ciencia donde todas las fuentes funcionan.
- Cuéntale al mundo qué es lo que más miedo te da - dice Brandy.
Nos da a cada uno un lápiz de cejas color Sueños Berenjena, y dice:
- Dale algún consejo útil para el futuro.
Seth escribe en el dorso de una tarjeta y se la enrega a Brandy para que la lea.
"En los programas concurso, algunos eligen el viaje a Francia, aunque la mayoría prefiere una lavadora-secadora."
Brandy estampa un gran beso Plumbago en el cuadradito donde se pega el sello y deja que el viento arrastre la tarjeta hacia las torres del centro de Seattle. Seth le entrega otra tarjeta, y Brandy lee:
"La función de los programas concurso es que nos sintamos mejor cuando pensamos en todos esos datos aleatorios e inútiles que es lo único que nos queda de la educación que hemos recibido."
Un beso, y la tarjeta emprende su camino hacia el lago Washington. Otra de Seth:
"¿En qué momento el futuro dejó de ser una promesa para convertirse en una amenaza?"
Un beso, y allá va, volando hacia Ballard.
"Cuando hayamos destruido este planeta, Dios nos dará otro. Se nos recordará más por lo que destruimos que por lo que creamos."
La Interestatal 5 serpentea en la distancia. Desde el mirador del Space Needle, los carriles que se dirigen hacia el sur son una hilera de luces rojas, y los que se dirigen al norte una hilera de luces blancas. Tomo una tarjeta y escribo:
"Quiero tanto a Seth Thomas que tengo que destruirlo. Lo compensaré venerando a la reina suprema. Seth nunca me querrá. Nadie volverá a quererme nunca."
Brandy está esperando para coger la tarjeta y leerla en voz alta. Esperando para contarle al mundo mis peores temores, pero no le doy la tarjeta. La beso con los labios y no necesito que el viento me la arrebate de las manos. La tarjeta sube y sube hacia las estrellas, y luego cae y aterriza sobre la red antisuicidios.
Mientras mi veo mi futuro atrapado en la red antisuicidios, Brandy lee otra tarjeta de Seth.
"Todos somos abono orgánico."
Escribo sobre el futuro en otra tarjeta, y Brandy la lee.
"Cuando no sabemos a quién odiar, nos odiamos a nosotros mismos."
Un golpe de viento arranca mis peores temores de la red antisuicidios y se los lleva volando.
Seth escribe y Brandy lee.
"Uno tiene que reciclarse a sí mismo continuamente."
Yo escribo y Brandy lee.
"Nada en mí es original. Soy el esfuerzo combinado de todas las personas a las que he conocido."
Yo escribo y Brandy lee.
"La persona a la que quieres y la persona que te quiere nunca son la misma persona".
+ + +
Monstruos invisibles.
Chuck Palahniuk. Fragmento.
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