viernes, 1 de octubre de 2010

Los tiempos hipermodernos


"Estoy comiendo rápido en un bar,
como si fuera un trámite,
con ardores monumentales como pirámides..."

Tote King



CONFLICTOS DE TIEMPO Y CRONORREFLEXIÓN

Marx lo ha expuesto en unos análisis magistrales: la economía del tiempo está en el principio del funcionamiento capitalista moderno. Al dedicarse a reducir al máximo el tiempo de trabajo mientras plantea el tiempo de trabajo como fuente de riqueza, el capitalismo es un sistema que se basa en una contradicción temporal fundamental que excluye al hombre de su propio trabajo. Como se sabe, estas contradicciones no han hecho más que acentuarse. De un mundo concentrado en la organización del tiempo de trabajo hemos pasado a un universo caracterizado por la desmultiplicación de los tiempos sociales, por el desarrollo de temporalidades heterogéneas (tiempo libre, consumo, ocio, vacaciones, salud, educación, horarios laborales variables, tiempo de la jubilación), que han generado tensiones desconocidas antes. De ahí la acumulación de problemas de organización y de gestión del tiempo social, de ahí las nuevas necesidades de distribución del tiempo, de reorganización, de flexibilización por el medio indirecto de los dispositivos personalizados, con vistas a la promoción del “tiempo preferido”. La obsesión moderna por el tiempo ya no se materializa sólo en la esfera laboral sometida a los criterios de la productividad: ha conquistado todos los aspectos de la vida. La sociedad hipermoderna se presenta como una sociedad en la que el tiempo se vive de manera creciente como una preocupación fundamental, en la que se ejerce y se generaliza una presión temporal en aumento.

Estas contradicciones temporales repercuten en la vida cotidiana y no se explican únicamente por el trasvase del principio de la economía y de la rentabilidad, de la esfera de la producción a otras de la vida social. Desde el momento en que se privilegia el porvenir, se tiene la impresión de no estar en la vida “verdadera”. ¿Disfrutar de los placeres según se presentan o asegurar la vitalidad de los años venideros (salud, forma física, belleza)? ¿Tiempo para los hijos o tiempo para la profesión? Ya no hay sólo una aceleración de los ritmos de vida, hay también una conflictividad subjetiva de la relación con el tiempo. Los antagonismos de clase se debilitan, las tensiones temporales personales se generalizan y agudizan. Ya no es clase contra clase, sino tiempo contra tiempo, futuro contra presente, presente contra pasado. ¿Qué privilegiar y cómo no lamentar esta o aquella elección cuando el tiempo se ha destradicionalizado, abandonado al arbitrio de los individuos? La reducción del tiempo laboral, el ocio y el proceso de individualización han conducido a la multiplicación de los temas y conflictos relacionados con el tiempo. Es el momento de las guerras temporales singularizadas que se relacionan con las vivencias subjetivas. A las contradicciones objetivas de la sociedad productivista se añade hoy la espiral de las contradicciones existenciales.


TIEMPO ACELERADO Y TIEMPO RECUPERADO

Una de las consecuencias más notables de la fuerza del régimen presentista es el clima de opresión que hace sentir en la vida de las organizaciones y de las personas. Son muchos los ejecutivos que dan fe del ritmo desenfrenado que domina la vida colectiva de la empresa en la época de la competencia globalizada y de las imposiciones de la lógica financiera. Cada vez se exige que haya más resultados a corto plazo, hacer más en el menor tiempo posible, obrar sin tardanza: la carrera competitiva lleva a primar lo urgente sobre lo importante, la acción inmediata sobre la reflexión, lo accesorio sobre lo esencial. Lleva asimismo a crear una atmósfera de exageración, de estrés permanente, así como toda una serie de trastornos psicosomáticos. De ahí la idea de que la hipermodernidad se caracteriza por la ideologización y la generalización del reinado de la urgencia.

Los efectos inducidos por el nuevo orden del tiempo sobrepasan ampliamente el universo del trabajo y repercuten en relación con la vida cotidiana, con uno mismo y con los demás. Cada vez son más las personas – las mujeres más que los hombres, a causa de las obligaciones de la “doble jornada”- que se quejan de estar desbordadas, de “ir con el tiempo justo”, de estar agotadas. Parece que ya ninguna edad se libra de esta huida hacia delante, ya que tanto los jubilados como los niños tienen hoy sobrecargado su empleo del tiempo. La modernidad se construyó alrededor de la crítica de la explotación del tiempo laboral, la época hipermoderna es contemporánea de la rarefacción del tiempo. En la actualidad somos más sensibles a la escasez de tiempo que a la ampliación del campo de las posibilidades que comporta el empuje de la individualización; nos quejamos menos de tener poco dinero o poca libertad que de tener poco tiempo.

Pero si unos nunca tienen bastante tiempo, otros (parados, jóvenes en dificultades) tienen demasiado. Por un lado el individuo emprendedor, hiperactivo, que disfruta con la velocidad y la intensidad del tiempo; por otro el individuo “por defecto” agobiado por los tiempos muertos de su existencia. Esta dualización de la vivencia del tiempo apenas puede discurtirse; por el contrario, vemos que se fortalecen nuevas formas de desigualdad social en relación con el tiempo, formas que no deben impedirnos que veamos la dinámica global que, por encima de clases o grupos concretos, ha transformado en profundidad la relación de los individuos con el tiempo social. (...) un fenómeno general que, por encima de las diferencias de clase o grupo, sobrepasa ampliamente el mundo de los triunfadores.

Cuanto más aprisa se va, menos tiempo se tiene.

*

Los tiempos hipermodernos. Gilles Lipovestky.
Fragmentos.

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