El período americano del cineasta provocó la aparición de la mítica "rubia a lo Hitchcock". Él se ha explicado muchas veces acerca de los encantos de actrices como Ingrid Bergman (morena) y Grace Kelly (rubia), que comparó con témpanos ardientes. Las opuso a Marilyn Monroe o a Brigitte Bardot, ambas morenas transformadas en rubias: sus intenciones predadoras le parecen demasiado evidentes. Al final de su carrera le hubiera gustado trabajar con Liv Ullman o Catherine Deneuve.
Lo que interesa a Hitchcock con sus personajes femeninos, y en consecuencia en relación a las actrices que elige para encarnarlos, es una metamorfosis. La heroína de Hitchcock se revela en el transcurso de la película: a sí misma, a su pareja y a los espectadores. El director espera que su intérprete le muestre emociones que ella poseía sin saberlo, pero que él supo descubrirle. Es lo que nos dijo Joan Fontaine, heroína de "Rebecca" y "Sospecha" cuando la entrevistamos en 1983: "Creo que el trabajo del director de cine consiste en servir como revelador de las cualidades de un actor. Para "Rebecca" pasé siete sesiones de ensayos con Hitchcock. Estuvo muy amable conmigo, como un hermano mayor. Yo tenía 21 años y Rebecca era mi primer papel importante. No trabajé de manera especial, bastaba con saberse el texto. Hitchcock me decía: "Quizá aquí se muestre usted algo tímida, allí quizá demasiado directa...". Un poco menos por aquí, un poco más por allí, eso era todo."
En el caso de Joan Fontaine, Hitchcok pretendía utilizar el encanto torpe de la joven novata que volvía más auténtico el personaje que le hacía interpretar. Pero fue mucho más lejos cuando interpretó él mismo los Pigmalión. Dos películas simbolizan la relación provilegiada que mantuvo el cineasta con sus actrices a la hora de metamorfosearlas: "Vertigo" y "Marnie la ladrona". Porque el film introduce dicho proceso en la propia historia de los personajes.
"Vertigo" tiene algo fascinante: muestra a James Stewart transformando a Kim Novak, como Hitchcock frente a la joven actriz. Ella tenía que interpretar un doble papel, Madeleine y Judy, rubia y etérea la primera, morena y vulgar la segunda. Como nos lo dijera Kim Novak en 1981, "James Stewart estaba enamorado de un sueño, de una mujer que no existió nunca. Creía estar enamorado de una mujer que estaba muerta, pero en verdad aquello de lo que se había enamorado era un sueño".
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Alfred Hitchcock.
Bruno Villien.
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