miércoles, 24 de agosto de 2011

Monstruos invisibles (II)


(contiene algún spoiler)

Volvamos a mí en la cama, en Seattle, a solas con el mando del televisor, cuando aprieto un botón y dejo el aparato mudo.

En la pantalla aparecen tres o cuatro personas. Es como un publirreportaje, pero cuando la cámara se acerca a cada persona para tomar un primer plano, aparece un rótulo en el pecho de cada una. Cada rótulo de cada primer plano es un apellido seguido de tres o cuatro palabras, de un apodo, como los que se ponen los indios, solo que, en lugar de Brezo que corre con Bisonte o Trisha Cazada por un Rayo de Luna, estos dicen:

Cristy Bebió Sangre Humana. 
Roger Vivió con su Madre Muerta.
Brenda se Comió a su Bebé.

Cambio de canal.
Cambio de canal.
Cambio de canal y veo a otras tres personas.

Gwen Trabaja como Prostituta.
Neville fue Violado en la Cárcel.
Brent se Acostaba con su Padre.

La gente va por el mundo contando su tragedia y cómo su vida se reduce a superar esta experiencia. Sus vidas están más centradas en el pasado que en el futuro. Aprieto el botón para darle más sonido a Gwen Trabaja como Prostituta y escuchar su historia.

Gwen modela las palabras con las manos mientras habla. Se inclina hacia delante en la silla. Sus ojos miran a algo situado arriba y a la derecha, lejos de la cámara. Sé que es el monitor. Gwen se está mirando mientras cuenta su historia. 

Gwen tiene todos los dedos encogidos, menos el índice, y retuerce lentamente las manos mientras habla para mostrar los dos lados de la uña.

- ... para protegerse, la mayoría de las chicas de la calle llevan un trozo de cuchilla pegada debajo de la uña. La pintan para que parezca una uña normal. 

Gwen ve algo en el monitor. Frunce el ceño y retira el pelo rojizo de lo que parecen ser unos pendientes de perlas. 

- Cuando las meten en la cárcel - sigue contándose Gwen a sí misma en el monitor - o cuando ya no son atractivas, algunas se cortan las venas con la cuchilla.

Vuelvo a dejar muda a Gwen Trabaja como Prostituta.

Cambio de canal.
Cambio de canal.
Cambio de canal.

Dieciséis canales después, una chica muy guapa, con un vestido de lentejuelas, sonríe mientras arroja restos animales en una fábrica de aperitivos.

Evie y yo hicimos este publirreportaje. Es uno de esos anuncios que parecen un programa, pero solo duran treinta minutos. La cámara pasa a otra chica con un vestido de lentejuelas; esta pasea entre un público de cocainómanos y turistas del Medio Oeste. La chica ofrece a una pareja que celebra sus bodas de oro y viste la misma camisa hawaiana una selección de canapés en una bandeja de plata, pero la pareja, como todos los demás, miran hacia arriba y a la derecha, a algo situado fuera de cámara.

Ya sabéis que se trata del monitor.

Es extraño, pero lo cierto es que la gente se mira en el monitor cómo se miran a sí mismos en el monitor cómo se miran a sí mismos en el monitor, y así sucesivamente, atrapados en un nudo de realidad que no termina nunca. 

La chica de la bandeja tiene los ojos desesperados por unas lentillas demasiado verdes y los labios demasiado rojos y agrandados más allá de su contorno natural. El pelo rubio es denso y está cardado para que los hombros no resulten demasiado huesudos. Los canapés que pasea bajo esas narices viejas son galletas saladas hechas con levadura química y productos derivados de la carne. La chica deambula entre el público pasando la bandeja, con los ojos demasiado verdes y el pelo demasiado cardado. Es mi mejor amiga: Evie Cottrell.

Tiene que ser Evie, porque de pronto aparece Manus, tan guapo, dando un paso al frente para salvarla. Manus, el agente especial de la brigada antivicio, coge uno de los canapés y se lo coloca entre los dientes postizos. Luego mastica. Echa hacia atrás la cara, atractiva y con la mandíbula cuadrada, y cierra los ojos. Manus cierra sus intensos ojos azules, vuelve la cabeza exageradamente a uno y otro lado y traga.

Manus, con su pelo denso y negro, te recuerda que el pelo de la gente no es más que un vestigio del pelo animal, peinado con espuma. Manus es un perro de pelo sexy.

La mandíbula cuadrada desciende para mirar a la cámara con los ojos muy abiertos y una expresión de amor y satisfacción total. Típico. Esa expresión era exactamente la misma que Manus me ofrecía cuando me preguntaba si había llegado al orgasmo.

Manus se vuelve entonces para mirar a Evie exactamente con la misma expresión, mientras el público del estudio mira hacia otro lado, mientras todos se miran mirándose a sí mismos mirándose a sí mismos mirando la sonrisa de amor y satisfacción total que Manus le ofrece a Evie.

Evie le devuelve la sonrisa a Manus con los labios agrandados más allá de su perfil natural, mientras que yo soy una minúscula silueta que centella en segundo plano. Estoy justo detrás del hombro de Manus, diminuta, sonriendo como una calefacción y arrojando residuos animales al tubo de plexiglás de la fábrica de aperitivos. 

Cómo he podido ser tan tonta.
"Vamos a navegar".
Estupendo.
Debería haberme dado cuenta de lo que había etre Manus y Evie.

Y hoy, un año después de que la historia haya terminado, tumbada en esta cama de hotel, todavía aprieto los puños. Debería haberme dado cuenta, al ver ese ridículo publirreportaje, de que entre Manus y Evie había una relación malsana y atormentada que ellos querían tomar por verdadero amor.

Vale, lo vi. Vale, lo vi cerca de cien veces, pero solo me fijaba en mí. En el nudo de la realidad.

La cámara vuelve a enfocar a la primera chica, la que está en escena, a mí. Y soy hermosísima. En la televisión, demuestro lo limpia que está la fábrica de aperitivos, y soy hermosísima. Saco las paletas del tubo de plexiglás y lavo con agua los residuos animales triturados. Y, uau, qué guapa soy.

La desmembrada voz en off dice en ese momento que la fábrica de aperitivos emplea productos derivados de la carne, lo que sea - lenguas, corazones, labios o genitales -, los mastica, los condimenta y los convierte en una espada o en un diamante o en un trébol, para que cada cual elija el que más le guste. 

Y lloro en esta cama.

A Bubba-Joan le arrancaron la mandíbula.

Tantos miles de kilómetros después, tantas personas diferentes como he sido, y todo sigue siendo igual. ¿Por qué uno se siente imbécil si se ríe a solas, y sin embargo resulta normal que termine llorando? ¿Cómo es posible que no paremos de mutar y al mismo tiempo sigamos siendo el mismo virus mortal?

+ + +

Monstruos invisibles.
Chuck Palahniuk. Fragmento.

4 comentarios:

  1. Estoy pensando, ¿cuándo llegará el día en que me compre YO un libro? Todavía me quedan por leer Rant, El país de las últimas cosas y Rayuela. Y ahora estoy con Susan Sontag.

    Y también pienso... ¿acertaré algún día comprándote libros? Con los dos últimos la cagué totalmente.

    En fin.

    Pienso. A veces.

    ResponderEliminar
  2. El nombre de "Francis Bacon" te dice algo? :)

    ResponderEliminar