El calendario de rodaje era realmente
duro, 22-23 días, y la película se rodaba en orden cronológico. No existía nada
parecido a una segunda unidad, y sólo teníamos un cuerpo de cámara con un único
juego de objetivos - un paquete moviecam con Zeiss High Speeds -.
La dura y
fría banalidad invernal de Buffalo fue una gran fuente de inspiración para mí
durante el rodaje. Era imposible imaginar un entorno más duro en el que crecer
y vivir. Es el ejemplo perfecto de la depresión posterior a la industrialización.
Sopla un viento gélido que parece provenir del lago helado, huele mal y el agua
le quema a uno la piel al ducharse. Durante la filmación empecé a preocuparme,
e incluso frustrarme, por sino estábamos consiguiendo captar el sabor de la
ciudad. Sabía que era muy importante para Vincent rodar aquella película en
Buffalo, así que hablé con él y le sugerí recorrer los alrededores del lago
helado en coche con la cámara grabando algunas cosas, como la fábrica de Ford o
la antigua fábrica -ya cerrada- de Bethlehem Steel. Todos los planos PDV de
Billy en el autobús al salir de la cárcel se completaron con aquellos pequeños
planos.
Vincent me sugirió dos puntos de referencia para la
estética de la película: el libro del fetichista de los pies Elmer Batters y
los vídeos de la
National Football League de finales de los sesenta y
principios de los setenta, grabados en película reversible de alta velocidad,
en estadios al aire libre y con la tenue luz característica de las tardes de
invierno. Para mí, la belleza de Buffalo 66 reside en su sencillo argumento,
que gira en torno a la trágica pérdida de los Buffalo Bills en la Superbowl. Rodar
el filme en película reversible fue una elección estética por parte de Vincent.
En realidad, lo que él quería era tener controlados todos los aspectos de la
película y creía que esa era la manera de estar directamente involucrado, no
sólo en los encuadres, sino también en la elección de la textura de la
película. La película Kodak 160T 5239 que se utilizó en Buffalo 66 es la misma
que se utilizaba en los vídeos de la National Football League, con
la única diferencia de que estaba perforada y cortada para 35 mm . Fue todo un reto,
porque Kodak sólo tenía una cantidad limitada de ese tipo de película en 35 mm y, además, sólo la
tenía en rollos de 120 m ,
no en bobinas de 300 m .
El inventario y los lotes de emulsión no cuadraban, y todo apuntaba a que
íbamos a tener que ir recomponiéndolo todo. Pero al final Kodak hizo una serie
especial de rollos de 300 m
para nosotros.
Según los parámetros actuales, esta
película es tosca, con una total falta de sutileza en cuanto a los colores
secundarios. Es como si sólo existieran los colores primarios - azul, rojo y
amarillo -. Cuando buscas los tonos matizados de verde, directamente desaparece
dando paso a un gris o a un negro, este último genial para la película. Fuimos
a ver a John Allen, un artista excepcional, responsable de las imágenes más
complicadas de Let's Get Lost i Broken Noses, de Bruce Weber. Hizo mucho con el
internegativo de Buffalo 66 porque el nivel de contraste no quedaba tan bien y
no hay ninguna película intermedia diseñada para formato reversible. Expusimos
el negativo antes y después para recuperar el contraste sin que resultara
excesivo en el proceso de impresión.
Había algo traslúcido en la piel de
Christina Ricci (Layla). Era increíble ver cómo en una habitación
homogéneamente iluminada, parecía que hubiera un key light (foco de luz
intensa) sobre ella, cuando no era así. Era casi como si hubiera que protegerla
de la luz. Cuando se trabaja con actores de piel
oscura es algo habitual, pero en su caso se notaría mucho más en la película
que a la vista. Habría una diferencia de entre 1/3 y 1/2 paso, que es bastante.
Christina era como una bombilla. Su personaje tenía esa especie de inocencia
llena de esperanza, lo cual suponía una verdadera yuxtaposición con todo lo
quera Billy Brown (Vincent Gallo). Y también era una chica triste, porque hace
falta estar en muy mala situación para asumir el viaje en el que se estaba
embarcando de forma tan incondicional como ella lo hacía. Pero uno de nuestros
objetivos al iluminarla, incluso en el frío invernal de los exteriores de
Buffalo, era proyectar una cálida luz concreta sobre ella. Sería gracias a esta
cálida luz artificial que ella podría salir de la escena y separarse del mundo
de Billy. Al final, tras el montaje de Vincent, no se le ve mientras pronuncia
sus líneas, pero lo que me gusta es toda su larga reacción ante lo que dice
Billy, también en off.
Si no había una idea clara sobre cómo
debía ser un determinado movimiento de cámara, la dejábamos fija. No se rodó
nada de forma convencional, gracias a lo cual logramos una gran frescura en el
resultado final. Cada vez que rodamos cámara en mano en Buffalo 66, era como si
la cámara escuchara y comprendiera, llena de compasión, cuanto experimentaba el
personaje. Cuando Billy llama a su madre desde el pasillo, intenté estar allí
con él, escuchando lo que ambos decían. Así, la cámara adquiere una
personalidad y una presencia propias. Muchas veces, cuando se rueda cámara en
mano, lo que se pretende es crear una sensación de acción, de tensión. Pero
para mí, en Buffalo 66, mi
objetivo era crear una sensación de presencia, que el espectador se sintiera
allí en ese momento con el actor, rompiendo la barrera, porque en otras muchas
escenas de la película la cámara está fija y no parece formar parte del mismo
mundo que los actores.
+ + +
Lance Acord, director de fotografía y operador de cámara en Buffalo 66 (1998), de Vincent Gallo. Fragmentos extraídos del libro "Nuevos directores de Fotografía", de
Alexander Ballinger, editado por Ocho y Medio, Madrid.
Buah! Genial, amiga. Te copio y enlazo. :)
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