miércoles, 1 de mayo de 2013

Dermatitis atópica


Ahora sólo hay una cosa que me interesa vitalmente y es consignar todo lo que se omite en los libros. Que yo sepa, nadie está usando los elementos del aire que dan dirección y motivación a nuestras vidas. Sólo los asesinos parecen extraer de la vida una parte satisfactoria de lo que aportan. La época exige violencia, pero sólo obtenemos explosiones abortivas. Las revoluciones quedan segadas en flor o bien triunfan demasiado aprisa. La pasión se consume a escape. Los hombres recurren a las ideas, comme d'habitude. No se propone nada que pueda durar más de veinticuatro horas. Estamos viviendo un millón de vidas en el espacio de una generación. Obtenemos más del estudio de la entomología o de la vida en las profundidades marinas o de la actividad celular...
                              
El teléfono interrumpe esta reflexión, que nunca habría podido llevar a término. Alguien viene a alquilar el piso... Parece que se va a acabar, mi vida en Villa Borghese. Bien, cogeré estas páginas y me largaré. En otro sitio ocurrirán cosas también. Siempre ocurren cosas. Parece que dondequiera que voy hay un drama. Las personas son como los piojos: se te meten bajo la piel y se entierran en ella. Te rascas y te rascas hasta hacerte sangre, pero no puedes despiojarte de una vez. Dondequiera que voy las personas están echando a perder sus vidas. Cada cual tiene su tragedia particular. La lleva ya en la sangre: infortunio, aflicción, suicidio. La atmósfera está saturada de desastres, frustración, futilidad. Rascarse y rascarse... hasta que no quede piel. Sin embargo su efecto en mí es estimulante. En lugar de desanimarme, o deprimirme, disfruto. Pido a gritos cada vez más desastres, calamidades mayores, fracasos más rotundos. Quiero ver el mundo escacharrado, quiero que todo el mundo se rasque hasta morir. 


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Henry Miller
Trópico de Cáncer

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