viernes, 18 de enero de 2013

Mi loco erasmus


Mi loco Erasmus es el Arrebato y el 8 ½ de Los Pioneros del s. XXI. Es documental, ficción, drama, y circo. Y café en vez de panem. Tazas, latas y vasos con restos de ballantines se acumulan entorno a un rudimentario windows, máquina con la que Dídac Alcaraz trata de poner orden y sentido a sus carpetas virtuales y físicas llenas de vídeos, de fotos, de entrevistas a jóvenes de la “élite europea” y de dibujos y pinturas entre los cuales destaca una imagen recurrente: la de Barcelona como prostituta.

Un señor trajeado de la Universitat Autònoma de Barcelona enumera las virtudes y las atracciones turísticas de esta ciudad, urbe que se encuentra entre los primeros destinos escogidos por los becados Erasmus pese al hecho de que ninguna universidad española figure entre las 100 primeras en el ranking mundial. Ah, nuestra querida Barcelona: multicultural, hipermoderna, súperalternativa y megasabionda. El encanto de los skaters borrachos del MACBA. Los fascinantes negros psicóticos de Plaça Catalunya. Y la belleza obrera de toda su periferia, esa área metropolitana que tiene rincones como el zulo o “estudi” dónde Dídac lucha por su proyecto audiovisual, lugar que abandona de vez en cuando para tomar café con su abuela y mantener con ella una conversación más digna y honesta que la que tendrás tú con tus colegas el sábado por la noche en el Dixi.


Nuestro protagonista es una suerte de Eusebio Poncela ensimismado en sus pinturas y su película. En una de las escenas finales uno tiene la sensación de que va a ser engullido por la cámara de su teléfono móvil o por el sofá donde se ha estirado a contar en primera persona el proceso angustiante de la indagación artística. La falta de batería lo salva in extremis del abismo pero lo condena, al día siguiente, a seguir en busca del plano perdido, del boceto perfecto, de la voz en off que reemplace esas magníficas líneas de diálogo que imaginó en su cabeza pero que en boca de los estudiantes reales resultaron ser… una puta mierda.  

Dídac recuerda también a Marcello Mastroianni tratando de explicarle a un representante de no sé qué institución audiovisual de Cardedeu cuál es el tema de su documental, fracasando estrepitosamente en el intento. Y es que, a mi parecer, Mi loco Erasmus no es sólo una película. Es un fenómeno cinematográfico, cultural y social que habla de todo y de nada al mismo tiempo, y que presenta temas tan serios de forma tan lúdica que uno se ve obligado a replantearse continuamente cuál es la verdadera situación del cine en España, en qué consiste realmente el negocio de la producción cinematográfica, hasta qué punto es importante el hype y cómo la cultura se está convirtiendo en un producto de consumo más que obedece a modas y tendencias. El mismo screening de la película, estrenada ayer en los cines Maldà de Barcelona, con todas las caras y reacciones de los espectadores que ayer esperaban ansiosos el estreno, forma parte del loco experimento de Mi loco Erasmus. Si alguien esperaba un cameo de Òscar Dalmau, éste queda reducido a una breve aparición al principio y una foto de colegas sacada del Facebook. Si os preguntabais cuán geniales serían los créditos de Carlos Vermut o la fotografía fija de Tanit Plana, veréis hasta qué punto están “deconstruídos”. Esa es la ironía total de Mi loco Erasmus, una película de la que lleváis escuchando hablar desde hace meses y que no va a corresponderse de ninguna forma con vuestras expectativas. Al salir de la sala tenéis derecho a decir que está mal montada, que los planos están quemados, que el sonido es terrible o incluso que Dídac Alcaraz es un impresentable por reírse de su abuela. También cabe plantearse que la película se esté riendo de vosotros.



En el breve coloquio que protagonizaron ayer Dídac Alcaraz, Carlo Padial y Carlos de Diego tras el pase de la película, los creadores se encargaron de enmarcar la obra dentro del género comedia - para la seguridad y reconforte de los allí presentes - y la bautizaron categóricamente como un “falso falso documental”. Pero Mi loco Erasmus tiene momentos extremadamente dramáticos y demasiado verosímiles. Tras la carcajada que nos provoca la escena que tiene lugar en Hollywood Pictures, pequeña productora a la que Dídac acude inútilmente en busca de financiación, viene la rabia y la tristeza. “Un documental en España cuesta 300.000 euros y va de gays y lesbianas o de inmigrantes”, afirma el productor de la pequeña empresa. Después de reírnos de un looser como Dídac, que le confiesa por teléfono a su amigo Vermut cómo está de desesperado respecto al proyecto, viene la reflexión sobre los entresijos de la producción de cine en España, dominada por la picaresca. “Ya sabrás de que hablo, Carlos, la picaresca nació en Madrid”, dice Dídac. Al margen de lo literario, después de autofinanciar su ópera prima porque ningún productor aprobaba un modesto presupuesto de 25.000 euros, desde luego que sí, Vermut sabe lo que es un pícaro [1]

Mi loco Erasmus no va de estudiantes erasmus así como la entrevista a Vengamonjas en Go, Ibiza, go! no es una entrevista a Vengamonjas. De hecho, si Mi loco Erasmus hubiese sido una película sobre erasmus, no me hubiera gustado nada.



[1] Me parece muy significativa la anécdota que cuenta Jordi Costa  en este artículo respecto a la financiación de Diamond Flash y Mi Loco Erasmus. http://www.eldiario.es/Kafka/Dinero-caido-cielo_0_81191969.html

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